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El pasillo porteño no pierde identidad con el museo Julio Jaramillo



Mientras la mano derecha rasguea su guitarra, la mano izquierda hace que sus dedos bailen en el diapasón al ritmo del pasillo. El magno río Guayas y el acogedor ambiente que lo rodea, son testigos del talento que Juan Carlos Acosta de 30 años de edad, guayaquileño, tiene para interpretar pasillos de cantautores ecuatorianos.

“Faltándome tú, mi vida se entristece, las estrellas ya no brillan, el cielo se oscurece” canta mientras entona su guitarra en la cafetería del Museo de la Música Popular Julio Jaramillo. Juan Carlos es apasionado por la música, en especial por el pasillo ecuatoriano, éste fue el motivo que le hizo visitar el museo permitiéndole conocer la historia de artistas a quienes ha imitado e interpretado sus canciones. Uno de los artistas a quien admira es Julio Jaramillo, para él es el cantante más grande de América.

Juan Carlos Acosta asegura que ha visitado 4 veces el Museo. Este espacio que reúne 100 años de historia de artistas vinculados con la música popular en Guayaquil, tiene como propósito preservar, enriquecer y transmitir nuestro patrimonio musical a nuevas generaciones.

Juan Carlos Acosta (derecha) entonando la guitarra clásica
Acosta es una de las personas que ha adquirido el conocimiento del patrimonio musical del Ecuador y que ahora lo refleja en las canciones que interpreta. Él comenta que desde los 7 años empezó a imitar a Julio Jaramillo, pero cuando llegó a la etapa de la pubertad su voz cambió y se hizo grave. Luego de un tiempo, con su nueva voz empezó a imitar a nuevos artistas como Eduardo Brito Mieles, Roberto Sumba y a José Jaramillo, hermano de julio Jaramillo. Él es uno de los guayaquileños que aún mantiene la identidad del pasillo y la practica a través de la música.

Visitar el museo implica una travesía al pasado de la música popular guayaquileña, pero también es cuna para los nuevos exponentes del pasillo.  Jenny Estrada directora del museo, dice que este proyecto tuvo una segunda fase que fue implementar la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi (la única en el Ecuador), y pidió al alcalde la concesión de 30 becas anuales, que fue aprobada en sesión de concejo.




La escuela lleva el nombre de Nicasio Safadi, importante compositor de la primera mitad del siglo xx. Esta escuela se considera un centro de motivación hacia el cultivo de la música nacional y cada año recibe una promoción que cumple dos semestres intensos a más de la especialidad que pueden elegir, como canto, piano, guitarra, acordeón, y arpa.

Discos de vinilo de pasillos clásicos de los artistas porteños 
Para Estrada el interés de los jóvenes guayaquileños hacia el pasillo es absoluto, pero dice no apartarse de la realidad de un país de clases sociales, “la élite no se quiere ni rosar con esto, el  pueblo es el que mantiene en su alma la identidad nacional y del pueblo vienen los chicos llenos de talento” dice Estrada.

El museo desde el inicio ha sido concebido para vincular al artista con la comunidad, y se ha logrado a través de las tertulias dominicales que se efectúan dos veces al mes, recibiendo artistas invitados.

Cuenta con registro anual de hasta 3.000 visitas y está ubicado en el segundo piso del edificio astillero en Puerto Santa Ana. Los horarios de atención son de miércoles a sábado de 10h00 a 17h00, y los domingos de 10h00 a 15h00. La entrada es gratuita.



La directora ahora tiene un nuevo objetivo en marcha, el primer concurso para jóvenes compositores del pasillo ecuatoriano. Este concurso es dirigido a personas entre 15 y 35 años que presenten su composición inédita en las oficinas del Museo Municipal de la Música Popular Julio Jaramillo, hasta el sábado 30 de agosto.
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Los percusionistas, cuando el ritmo invade los cuerpos

La ciudad está llena de sonidos. Los ritmos populares definen y caracterizan a un sitio; y Guayaquil no se queda atrás. Dentro de toda esta gama de melodías, existe una en particular que invade de movimiento a cualquiera que la escuche: la percusión.
A pesar de la alegría que transmite esta rama de la música, los grupos dedicados a esta sección son poco conocidos por una gran parte de la población. En Guayaquil existen varios ensambles de percusión que producen música inédita.
Melissa Toral, estudiante de música en la UCSG, cuenta que a lo largo de su carrera se ha encontrado con muchas personas que desconocen la actividad de los percusionistas en la ciudad. “Estoy a punto de graduarme, he participado en varios conciertos y siempre que realizo difusión en los medios y redes me choco con la mala noticia de que la gente no se ha enterado de que también existen shows de percusión”.
Ella decidió especializarse en la batería, un instrumento de percusión, porque considera que es el artículo que “llena de vida” a las canciones.



Uno de los grupos de percusión más reconocidos en Guayaquil es el Ensamble Guayacos que está integrado por músicos de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil.
Cada uno de quienes participan en Guayacos forman parte del grupo de percusionistas oficiales de la Orquesta. Marcela Ramos, experta en la marimba, cuenta que la buena energía que existía entre la sección de percusionistas y el deseo de formar un ensamble aparte en el que la percusión fuera la protagonista los motivó a iniciar Guayacos.

"Al inicio bromeabamos con la idea de crear nuestra agrupación, pero luego vimos que realmente soñábamos con esto y solo esperabamos una especie de impulso entre nosotros".

Guayacos nació en 2008 con la dirección de los músicos Julio Vaca y Marcela Ramos.
Poco a poco el ensamble ha ganado fuerza y se ha consolidado.

El grupo lo conforman 10 percusionistas y ya tiene 2 álbumes lanzados. Abordan todo tipo de género: clásico, contemporáneo y popular.

Jennifer Ponce, gestora cultural, opina que el problema no surge porque a la gente no le gusten este estilo de melodías sino porque no están al tanto de que existen estas agrupaciones.

"Hace falta promoverlos, yo he visto cómo la gente disfruta de estas presentaciones, al público le encanta, lo que pasa es que no saben cuándo van a tocar, dónde, etcétera".

Nancy Cobo, promotora musical, concuerda con Ponce y agrega que los medios rechazan la difusión de estos eventos porque nos les generan ganancias y hace énfasis  en que se refuerce el trabajo de difusión en las redes sociales.

"Su mejor opción ahora mismo es la web, deben aprovecharla y sacarle el jugo".

Eduardo Alvarado, amante de la música, dice que los conciertos de percusión están entre "los mejores shows" a los que ha asistido.

"Desde que una vez una amiga me invitó a un concierto, quedé enamorado de estos espectáculos."
Más allá de la difusión, es indudable que los rítmicos golpes en los instrumentos de percusión producen movimientos en la mayoría de quienes los escuchan.

La percusión está presente en la ciudad que recibe cada vez más a distintos percusionistas que quieren llenar de sabor las melodías.

Por: Luisa Carrera
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Los guardianes de Santay

Por: Nathalia Saltos Zambrano
Cuando el lugar fue habitado, hace más de 80 años, la isla le otorgó la fortuna de cuidarla. El sentimiento es mutuo; generaciones han caminado y crecido por una de las áreas más diversas de Ecuador.
En medio del río Guayas se dibuja una hermosa y poca habitada isla. Puede ser visitada cruzando el recién inaugurado puente en el sur de Guayaquil. La eco-aldea tiene 256 habitantes que conforman 56 familias que han hecho la firme promesa de respetar y cuidar la Isla Santay, hogar de manglares, exótica fauna como  aves y cocodrilos. Las viviendas de la eco-aldea están construidas con pino, cada una enumerada. Son totalmente ecológicas, la electricidad se produce a través de paneles solares colocados en el techo y otros implementos con los que ha sido equipada. A sus espaldas el inmenso cielo se abre paso.

Desde que se inauguró el puente, el número de visitantes es sorprendente. Minuto a minuto, el puente se va llenando de más personas que quieren descubrir ‘cómo es el pulmón de la ciudad’. La temperatura promedio de Guayaquil es de treinta grados, así que el sol resplandece, y quienes andan en bicicleta o caminan por lo corredores de maderas han empezado a sentirse acalorados y sedientos. Los guardianes de Santay entran y salen de sus casas. Andan en bicicletas, en triciclos, conversan entre ellos, acompañan a los niños a jugar o simplemente caminan solos. Viven en la isla desde que nacieron y no quieren irse. Es suya “Nosotros fuimos peones,  mis padres lo fueron y mis abuelos también, trabajábamos a diario la tierra, no había casas como las que hoy”. Es la voz de Francisco Domínguez, quien vive en la isla hace 60 años.

 Los terrenos de la Isla Santay fueron expropiados por el Banco de la Vivienda, y que la isla sea administrada por la Fundación Malecón 2000. Antes, en Santay había haciendas ganaderas: Puntilla,  San Francisco, Matilde, La Pradera, La Florencia. Todos los peones se dedicaban a la ganadería (extracción lechera exclusivamente), a la agricultura (siembra de arroz) y explotación de carbón.

Francisco tiene una mirada amable. De menuda figura, mide un metro y medio,  cabello negro, usa sandalias, viste una camiseta de cuadros verdes mangas corta desabotonada, y una pantaloneta negra. Su piel es cobriza por someterse a las inclemencias del sol. “Somos como guardianes de aquí. Cuidamos a la isla, para que nadie tale los árboles no, o que no haya incendios, nos encargamos de vigilar. Hacemos minga”. Su casa es la número veinticinco, vive con su esposa quien elabora empanadas para el restaurante de la comuna.  Está acompañado por su nieta de cuatro años, que  se esconde en sus brazos y sonríe. “Aquí cada uno tiene su trabajo para subsistir, yo tengo mi canoita, a veces, cuando me piden,  transporto materiales hasta Guayaquil, eso me da algo de platita.”

Créditos: Emilio García


En la casa número cuarenta vive Santa Domínguez Villón, 58 años, baja estatura, contextura gruesa. Ella vende colas y aguas dentro su casa. Está apurada, tiene una reunión en la casa comunal, sin embargo,  nos recibe con amabilidad. Santa tiene una mirada tranquila. “Debemos ser muy respetuosos con los que se nos ha entregado, hay que fomentar en todos el respeto por el medio ambiente”. En el balcón de su casa, tiene pequeñas plantas que cuida con esmero, las observa, las toca delicadamente y les pone agua a diario. La isla es como una planta para Santa, si no es cuidada adecuadamente morirá.

Desde la eco-aldea hay cinco minutos hasta la cocodrilera por un camino de madera. Durante este trayecto se puede observar la abundante vegetación y escuchar el trinar de los pájaros. Los cocodrilos están ahí  para ser cuidados y que no representen peligro para nadie. Los turistas pueden asomarse para verlos, son 12; 11 hembras y un solo macho. Todos en cautiverio. Una vez que el sol se esconde, el aire es más fresco. Son las seis de la tarde y los turistas deben regresar a Guayaquil. Los guardianes de la isla regresan a sus casas, otros siguen trabajando, deben dejar limpio el lugar de botellas, fundas plásticas o cualquier tipo de desperdicio. Hacen recorridos junto con los guías, para que nada se pierda de su vista. Los niños y jóvenes también colaboran con la limpieza de su hogar.

Créditos: Emilio García


Tatiana Achiote nació hace 17 años, tiene un puesto de venta de helados. Estudió en Guayaquil y desde la construcción del puente su recorrido hacia la ciudad se ha reducido a 20 minutos. Antes el viaje duraba una hora. “Ellos (turistas) deberían cuidar, porque no les gustaría que fueran a su casa  y que en la puerta de su casa le boten la basura. Deben tratar de ser responsables”. Desde el 20 de febrero de 2010, la Isla fue declarada  Área Protegida y forma parte del Sistema Nacional de Áreas protegidas como Área Nacional de Recreación. Además, la isla es reconocida  por la Convención Ramsar desde el 10 de octubre del 2000 como el sexto humedal declarado en Ecuador con un área total de 4.705 hectáreas. Debido a sus humedales boscosos entre mareas, incluidos los manglares.

La isla rodeada por el imponente Río Guayas no esconde sus encantos, más bien, los expone y deja que quienes van a visitarla por primera vez regresen seducidos por su emblemática naturaleza. Tras ser recibidos por los guardianes que entienden su misión en esa tierra.


                                                           


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“La metamorfosis”, aniversario Kafkiano

“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto...” tal vez no sean las línas más famosas de la historia, pero sí parte importante de la literatura universal. La cita corresponde al libro La Metamofosis, de Franz Kafka (1883-1924), quien redactó la historia que se convirtió en epítome del existencialismo y marcó para siempre un hito en la creación de cuentos con tintes fantásticos. Este cuento publicado en el año de 1915 ya cumple 100 años y su protagonista, Gregorio Samsa, está cada vez más presente en la mente de lectores alrededor del mundo.



Gregorio Samsa es un vendedor de telas que trabaja para mantener a su familia, cuyos miembros desprecian su labor y desatienden las necesidades de afecto que éste posee. Encerrado en un trabajo tedioso que lo obliga a trasladarse para poder costear las clases de violín de su hermana y las deudas de su padre, poco a poco va perdiendo sus aspiraciones propias y un día, con apenas 23 años, se levanta convertido en un insecto. A pesar de que nunca se especifica el tipo de insecto o las razones de su transformación, múltiples interpretaciones han surgido a través de los años: crítica al sistema laboral opresivo y a la burocracia, exploración psicológica de la depresión, simbolismo para hablar de las condiciones terribles de vida, etc., pero por esta causa la obra sigue vigente, porque nunca deja de provocar cuestionamientos e incluso videos y parodias como la de los chilenos youtubers de "WOKI TOKI":





Franz Kafka logra relatar con naturalidad el paso del tiempo y los cambios en la vida de Samsa a partir de su mutación. Actualmente, tanto el autor como la obra son considerados epítomes o representantes del existencialismo. Este cuento es un texto trascendental para comprender la historia de la literatura y, de paso, la historia universal dentro del marco de la exploración de los conflictos y de la libertad humana.
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El tiempo pasa, pero la música jamás se va de Fediscos


Pisar suelo en Fediscos es como introducirse en un mundo donde la mitad de lo que vivimos es pasado y la mitad presente.

La historia y la música están impregnadas en las paredes del estudio. Varios recuerdos se conservan y otros empiezan a formarse en la memoria. La noche del 19 de julio, la energía de las guitarras, la vibración de la batería, el efecto del bajo y la resonancia de la voz de Ave Reptil, cuarteto guayaquileño de rock, mostraron que este sello discográfico con más de 50 años en el país, mantiene firme el deseo de mantener un espacio musical nacional.

Durante seis meses se realizó en el estudio una jornada dominguera de música, sus organizadores la llamaron “Mañana es Lunes”. Con este proyecto, Pancho Feraud, gerente general de Fediscos, decidió ocupar un espacio olvidado que creyó conveniente para impulsar la escena musical. El rock abrió la segunda temporada con Ave Reptil.

Ave reptil en Fediscos

La primera temporada finalizó en junio. En aquella edición, quienes dirigen el espacio decidieron ofrecer una jornada más recargada con “El Festivalito de Mañana es Lunes”.

Fue una tarde de música al aire libre. Cinco bandas llenaron de ritmo la explanada. El sitio estaba decorado con banderines de colores e hileras de focos que esperaron a la noche para ser encendidos, en las orillas se ubicaban stands que ofrecían mercadería de los músicos (discos, camisetas, botones), alimentos y bebidas; y una tarima se postraba casi al frente del ingreso con el cartel que anunciaba lo que se venía: El festivalito de “Mañana es Lunes”.

Quienes sacudieron los cuerpos en la celebración fueron: Abbacook, quinteto de rock, André Farra (hip hop), Moshi Moshi (post rock), El General Villamil (rock psicodélico) y el trío de rock, Ludovico. A diferencia de las ediciones anteriores, esta vez no se presentaron dentro del estudio.

Moshi Moshi, banda guayaquileña

“Hicimos El Festivalito para ver cómo hemos crecido, si hay más audiencia y qué sectores hemos capturado. Al Mañana es Lunes, vienen personas que generalmente no vemos en los bares, no solo vienen jóvenes, vienen padres, niños, familias, etcétera”, cuenta Feraud.

A la primera edición de esta segunda temporada también llegó un público variado, grupos de amigos, amigas, fotógrafos, músicos de distintas bandas locales, parejas de jóvenes y un par de adultos mayores. 

Algunos asistentes habituales, otros llegaban por primera vez.
Francisco Montigue, uno de las espectadores que acude continuamente a las presentaciones, dijo que “no esperaba menos del Mañana es Lunes… Ave Reptil me dio lo que necesitaba para empezar la semana”.

Mientras que María Fernanda Zambrano, que fue por primera vez al lugar, contó que estaba asombrada del evento. Ella fue acompañada de su esposo, él se enteró por un amigo que compartió un afiche en Facebook.

“Este podría ser mi ritual de los domingos” dijo María Fernanda.

El pasado y la herencia musical

Fediscos, la Fábrica Ecuatoriana de Discos, empezó a funcionar en 1964 y durante años se impuso como la figura nacional de la música. Su estudio tiene una de las mejores infraestructuras de América del Sur. Fue la primera empresa del país en grabar un disco.

Apenas se ingresa al estudio, da la bienvenida una pared cubierta de cuadros con fotografías de artistas que marcaron la historia musical del país, entre las imágenes observamos a Julio Jaramillo, el mayor exponente del pasillo ecuatoriano. “J.J.” tocó en varias ocasiones en Fediscos. Un poco más al interior del edificio, en la sala de estar, cuelgan también recortes de periódicos con notas de prensa que se hacían sobre la fábrica. Algunas grabadoras antiguas y un piano rojo destacan en el sitio.

Desde 2009, Pancho Feraud, bisnieto del fundador, José Domingo Feraud Guzmán, ha transformado la línea de la empresa, ya que desde los 80 el negocio decayó por la piratería.




Luis Estrada, productor musical independiente, opina que el escenario actual, “moviliza” a quienes se dedican a la música y los “agita” para crear nuevas estrategias de difusión.
“Con la inmediatez de Internet, si no surgen ideas innovadoras, lo que sería una ventaja podría convertirse en desventaja… por esto, tanto estudios musicales como bares y festivales de trayectoria están buscando nuevas formas de promoverse, sectores que no han sido tocados…”

Para Feraud es importante sacar ventaja de la era digital, si bien ya no producen discos, están consolidándose en la generación de material digital. No obstante, a pesar del impulso de las redes sociales, el material digital no puede permanecer estático en la web, necesita apoderarse de otros espacios y por esta razón también se efectúan los Mañana es Lunes.

La generación de un espacio musical

Lo que hasta hace 30 años se establecía como la fábrica de discos de vinilo del país, hoy cambia su rumbo y surge como una plataforma para impulsar el movimiento de música independiente en Guayaquil y el resto del Ecuador. 

La generación de espacios para difundir sonidos diferentes es una tarea difícil, no solo por la falta de infraestructura sino también por la barrera que imponen algunas personas para atreverse a escuchar géneros distintos.

No obstante, Fediscos se alza como el establecimiento para presentar nuevas propuestas musicales y mostrar otra faceta de los domingos.



“Guayaquil estaba gritando la necesidad de un espacio dominguero”, cuenta Pancho Feraud.

Roberto Chalele, guitarrista y vocalista de Moshi Moshi, una de las bandas que participó en “El Festivalito”, opina que “hubo un momento en que se generó un vacío y ahora, desde que Pancho empezó a moverlo, ha tomado bastante fuerza… el evento tomó peso, el estudio es épico e increíble, puedes tener un buen registro de audio y video”.

El “Mañana es lunes”, nació con el objetivo de cambiar dos elementos: la escena musical de la ciudad y la percepción de los domingos. Sus gestores: Marco Armijos y Feraud, no solo quieren crear una oportunidad para los músicos sino también que la gente se olvide de lamentarse de que ha llegado el domingo y empiece a disfrutarlo con arte.

Por: Luisa Carrera
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