Desde que entré a Pop Up, Teatro- Café,
supe que prometería algo bueno. Pronto
fui parte de la obra La loca y me dí cuenta de
que mantendría una simpatía entre ella y el público. Así, ambientada en un parque, me sentí parte
de ese escenario también. También yo, me imaginaba, estaba en una banca y me
acerqué a esa realidad representada. El actor se volcó al público para
hablarles, era un indigente que ofrecía la manzana sacada de un basurero a cada
uno. Qué suerte, me la regaló a mí. Luego, apareció la loca, donde sentí el impacto
que te provoca ver cómo lo femenino y lo masculino intercambian sus imaginarios
y las experiencias por las que suele pasar cada género. Un -“Señorita, no me
toque o llamo a la policía”, me recordó, en ese instante, un arrebato mío donde
le decía algo parecido a un señor, en un bus. Luego volví, porque una no puede
irse por mucho tiempo de una obra de esa intensidad. Y también los roles volvieron a cada género, estereotipados, tal vez,
pero no menos reales en ciertos casos, la loca emprendió con
una lista de razones por las que quería casarse con quien la hiciera
sufrir. Pero cuando estás viendo, por primera vez una obra así, la
vives. Así que dejé de pensar en los imaginarios sociales que hay sobre
los géneros y la
viví como una explosión de emociones, sobre todo de risa.
Y tenía que quedarme. Era una buena noche, traía expectativas. Le agradecí a mi amigo por haberme llevado y le pedí que esperáramos por la otra función. Con una cerveza más
recorriéndome, Al final del juego,
resultó ser un drama que al principio me causó risa, pero no porque los actores no supieran
hacer su trabajo sino porque me dí cuenta de lo absurdas que pueden ser las reglas,
las normas que te dicen lo que está bien y mal en las relaciones personales, el
egoísmo y el abismo que separa a los seres humanos por su clase social. Sí, era del tipo de circunstancia donde decides "reírte para no llorar". Con el
cuarto todo a oscuras, supe que los siguientes minutos serían reveladores de
todo cuanto guarda un ser humano. Le dije a mi acompañante: - esto me va a
asustar. Pero también quise decirle:-esto me va a gustar. Y resultaron deliciosamente macabros los juegos en los que se inmiscuyeron Margarita
y Ernesto. Ella, con la soledad tan conocida por muchos y él, cargando con los
abusos que las clases sociales con mayor poder dejan sobre los otros.
Jugaron con sus miedos y traumas y lo llevaron de la mano del erotismo.
Pensé: -los personajes están listos para follar, mientras recordaba que en un libro de Gregorio Morales, él explicaba que en su origen, la palabra follar, no significó otra
cosa que soplar, respirar; entrar en el vaivén de un juego. El clima de la obra se fue tornando más y más
denso hasta dejarnos, nuevamente a oscuras, con el juego final que presuponía un aniquilamiento.
Estar en Pop Up resulta, en
verdad, estar en una ventana emergente. Una que te lleva a recorrer dentro de ti
mismo y a recorrer, un poco desde lo absurdo, un poco desde lo cierto, al mundo
entero. Las obras que están transmitiendo guardan contacto con la humanidad.
Son la humanidad. Porque la humanidad es complejidad e insensatez viva. Es risa
descabellada y un momento oscuro, que va despertando y explota en monólogos
que gritan su existencia. Vale la pena ir a recorrer sus cuartos.
Redactado
por:
Isis
Córdoba M.
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