El fútbol definitivamente es sinónimo de pasión desde
cualquier perspectiva del que se lo mire. Es inevitable no contagiarse de
aquella pasión cuando entras a un estadio. Todo el ambiente se centra en el
juego, y los hinchas apoyan con energía y con la esperanza de que el triunfo
sea de su equipo favorito.
Pero como todo en la vida, el fútbol fue creado con un
fin y no precisamente deportivo. En aquel entonces, algunos dirigentes
anarquistas y socialistas denunciaban esta maquinación de la burguesía
destinadas a evitar las huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La
difusión del fútbol en el mundo era resultado de una maniobra imperialista para
mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos.
Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose
Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero
de mayo. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de
izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la
conciencia.
En la actualidad, a pesar de que no se relaciona al
fútbol como una táctica de distracción social, si funciona de tal manera. Al menos
a los gobiernos les ha resultado mucho el hecho de organizar campeonatos de
fútbol con el fin de desviar la atención de algún problema que afecte
directamente a los ciudadanos. Un ejemplo de esto es el mundial de Brasil.
El gobierno de Dilma Rousseff fue muy criticado por
“malgastar” los fondos del estado en la realización de grandes competencias
futbolísticas como la Copa Confederaciones 2013 y la Copa del Mundo 2014. A tal
punto que los ciudadanos salieron a protestar fuertemente contra estos
excesivos gastos y la prensa internacional desperdició el momento para
sacar a la luz las dos caras de la moneda del pasado mundial.
Miles de personas fueron desalojadas de sus casas para
la construcción de los estadios y áreas aledañas. La modernización de la
ciudad. El precio de la canasta básica aumentó incontrolablemente y los
brasileros comentaban que la vida en su país estaba muy cara.
Pero luego del 12 de junio del año pasado el país, y el mundo en
general, entró en un trance futbolístico. Todos querían hablar, escuchar y ver
sobre fútbol y otra vez se dejó a un lado los grandes problemas económicos y
sociales que sucedieron en el 2014.
Las personas empezaron a festejar, a gastar
“lo que fuese necesario” para conseguir una entrada y ver a su selección jugar.
Los sucesos “importantes” como las reuniones del G-7, las elecciones en
Colombia que geopolitizaban a Latinoamérica, los atentados en Medio Oriente y
el problema económico de Argentina pasaron a un segundo plano. La fiebre del
mundial había empezado a generar síntomas.
Todo esto apuntaría a que, sin duda, el fútbol funciona
como estrategia para que las personas escapen de los problemas cotidianos y se
concentren en ver a 23 personas correr tras un balón, sufrir con derrotas y
gozar con triunfos. Pero ese escape de una u otra forma es consecuencia de la
pasión que este deporte genera. Si nadie fuera capaz de sentir y contagiar esa
pasión por los colores la estrategia de escapismo no funcionaría porque
simplemente a nadie le interesaría ver y peor asistir a tan importantes juegos.
De tal manera que efectivamente es fútbol es escape pero
primero es pasión.
Bonito =)
ResponderEliminarSin duda el fútbol termina siendo una distracción de problemas políticos en el país. Para bien o npara mal, Ecuador no ha logrado ir tan lejos en las competencias deportivas, así que los ecuatorianos volvemos muy rápido a nuestra realidad.
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