La literatura
tiene cada vez distintas plataformas para su difusión y la convergencia de los
géneros ha producido distintos textos y formas de hacer literatura.
Actualmente, en redes sociales hay cuentas dedicadas netamente a la publicación
de datos literarios, difusión, e incluso, producción de textos dentro del espacio que estas
permiten. En este marco se presenta la Microliteratura o Twitteratura de 140
caracteres pero, ¿es
válida?, ¿existe
realmente?
La Microliteratura deriva de los microcuentos: aquellas narraciones breves, en
prosa, que condensan hechos. Uno de los mayores exponentes de este género es el
escritor mexicano Alberto Chimal, quien se destaca en distintos estilos narrativos.
Con la influencia de los medios, muchos cuentos cortos o nanorrelatos son
expuestos a través de Twitter que, bajo su condición de redactor en 140
caracteres o menos, obliga a los autores
–en su mayoría, aficionados— a ser breves, concisos y precisos; así como
ingeniosos o creativos.
Andrés Neuman,
escritor hispano-argentino ganador del Premio Alfaguara de Novela (2009),
expuso en el año 2012 en su blog Microrréplicas apuntes en clave
humorística sobre cómo guiarse en esta
tendencia, los mismos que siguen en vigencia en la actualidad. Entre ellos se
encuentran los siguientes: “9. El microcuento necesita lectores valientes, es
decir, que soporten lo incompleto… 10. Cuanto
más breve parece, más lento se lee.” (Neuman, 2012). Estos datos son útiles
para los asiduos a este tipo de literatura informal ya que en los últimos años
existen incluso concursos que premian a los mejores microcuentos y aforismos
(sentencias breves) expuestos con humor acerca de una temática específica,
usando hashtags para segmentarlos y
clasificarlos en la web o para marcar tendencia. Incluso, existen talleres online que se dictan a publicistas,
redactores, comunicadores y demás profesiones ligadas a la lengua –aunque es
abierto a todo público—ya que la escritura de este tipo de textos demanda
agilidad mental y destreza en las habilidades comunicativas. Muchas personas, como Belén Segarra, ilustran microcuentos y los suben a la red, mezclando la literatura con el trabajo plástico y audiovisual.
A pesar de sus detractores, es un género híbrido en crecimiento que, con la
ayuda del marketing literario y de sus usos publicitarios, ha sabido ganarse un
terreno virtual y cada vez más amplio en el mundo de las letras. A solo un tweet de distancia se encuentran y la
información sobre ellos en la web es abundante. Válidos o no, el mensaje es
claro: escribir, como sea y cuando sea, pero escribir, siempre.
A veces son excelentes microcuentos, otras no tanto.
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