“Nací
en el siglo de la defunción de la rosa cuando el motor ya había ahuyentado a
los ángeles.[1]”
nos dice la voz lírica de
Jorge Carrera Andrade, autor quiteño que nació en 1903. A lo largo de estos
últimos años se ha producido un extenso material investigativo sobre la obra de
Andrade, por lo que difícilmente se podría generar un discurso nuevo sobre su
labor poética.
Al acercarnos a la obra de
Carrera A. no nos resulta difícil hacer un separatismo evidente con sus
antecesores. Con este autor llegamos a
reconocer que, estamos frente al autor
ecuatoriano de mayores registros poéticos consubstanciados en una obra que partiendo
del postmodernismo en sosegado trance evolutivo, aligeró el lenguaje con
nutrientes vanguardistas para finalmente anclar en una orilla de feraces y
personalísimos niveles estéticos y estilísticos[2].
Es inevitable no ver marcado un
proceso evolutivo en la mirada poética del autor, sus primeros poemas conllevan
el discurso (en esos tiempos ya gastado) del modernismo y esto se ve
configurado en el inminente deseo de plantear múltiples tropos en sus poemas.
Por ejemplo:
“Mademoiselle
Satán rara orquídea del vicio/¿Por qué me hiciste di, de tu cuerpo regalo? /La
señal de tus dientes llevo como un silicio/ en mi carne posesa del enemigo
malo” (Mademoiselle Satán-Estanque
Inefable 1922)
“¡Oh luna hortelana, luna oliente a flores/Para
el asno triste y hasta el loto malo!/Redoma que baña con su agua
de luz/Sobre la ventana las chanclas del párroco” (Parroquia-Estanque Inefable 1922)
“Hará
la primavera, después de algunos meses,/Un pedido de tarros de frutas en
conserva,/Uvas-glándulas de cristal dulce-/Y hojas doradas para empacar la
tristeza”. Primavera y compañía-Estanque
Inefable 1922)
A
tráves de estos primeros versos del poeta, logramos ver huellas del movimiento
modernista, tales como cierto
preciosismo en el estilo y la gran marcación de aliteración y sinestesia que
repercuten en el ritmo de lectura de los versos. También podemos notar que comienza
a configurar su particular universo poético regido por la visión de las cosas:
el paisaje, los pájaros, las frutas, los objetos[3].
A
pesar de esto no podemos pensar que el autor rompe por completo con el sentido
predecesor, al respecto se pronuncia Julio Pazos cuando dice
que camino poético recorrido por Carrera
Andrade no le lleva a abandonar completamente los ecos de sus antecesores (no
se trata de un poeta parricida)[4]”.
Más
adelante su obra contiene algunos sonetos, que sirvieron como puentes entre la
tradición poética ajustada a la nación ecuatoriana y su poesía.
Sin
embargo esto no lo encasilla al autor para siempre en este sector, la
emancipación estructural que sufren algunos de sus poemas, lo acercan a otra
temática muy presente en su obra: lo bucólico. Por ejemplo en sus dos primeros
libros publicados El estanque inefable (1922) y la guirnalda del silencio (1926) se observan en supremacía escenarios bucólicos y el autor
se decanta por la vida rural, de igual manera muestra un profundo amor por
su país de origen, ya que el poeta tuvo que situarse muchas veces lejos de su
tierra y mantuvo largas estancias en Europa y Japón (su estadía en este último
país, posiblemente lo acercó a los versiones líricas minimalistas de los haiku ¿acaso
esto lo llevaría a generar los tan conocidos microgramas como: “Caracol: mínima cinta métrica con que mide el campo Dios”,
“Golondrinas: Ancla de plumas por los mares del cielo la tierra busca”?). El poeta decía: “Cada vez que el viento de la
nostalgia sopla en los huecos de mi conciencia se impone la vuelta al país
natal[5]”.
Es a través de la lectura de los versos a continuación, que comprobamos como
el autor retrata una suerte de cuadros de costumbres natales y recrea grandes
metáforas, que lejos de ser herméticas, se acercan a la esencia natural de los
quehaceres cotidianos y la vida campestre.
Aunque va dejando a un lado el carácter pomposo
de sus construcciones poéticas, recrea a través de imágenes con alto valor
semántico, versos llenos de admiración:
En el
frutero hay uvas y grosellas
naranjas
en que está el verano entero
e
higos del color de las botellas
donde
envejece el vino prisionero. (La posada)
Más adelante publica su tercer poemario
“Boletines de mar y tierra”, donde claramente se aprecia el proceso evolutivo
presente en la voz lírica. La tierra y sus elementos asumen desde
entonces una versión diferente en su palabra: visión más que connotación,
horizonte desde donde se puede apreciar mejor las sustancias codificadoras
tanto poéticas como estructurales:[6]
Finalmente
solo queda acabar con un verso de su
autoría, que para todo lector asiduo de su obra resonará como eco al recordar
su poesía: Ya cumpliste el deseo de
transformarte en humo,/en savia de la rosa y en trino del gorrión./De los
frutos celestes el invisible zumo/goteará eternidad sobre tu corazón.
Texto por Andrea Lecaro
[1] Carrera Andrade, Jorge. Biografía para uso de los pájaros. http://amediavoz.com/carrera.htm
(2013)
[2] Pesantez Rodas, Rodrigo. Antología de la Poesía Cósmica de Jorge
Carrera Andrade. Frente de afirmación hispanista. México (2003) pág. 4.
[3] Carvajal, Iván. Jorge Carrera Andrade en el contexto de la
poesía ecuatoriana contemporánea. http://poligramas.univalle.edu.co/21/JORGE%20CARRERA.pdf (2013) Pág 6
[4] Bajas Albuja, María
Luz. Poeta de la luz y la dualidad. http://www.lajiribilla.cu/2012/n574_05/574_28.html (2013)
[5]
Solís Arias,Francisco. Jorge Carrera Andrade: La voz de la nitidez cristalina. http://www.liceus.com/cgi-bin/ac/pu/Francisco_Arias_Andrade.asp
(2013)
[6] Pesantez Rodas, Rodrigo. Antología de la Poesía Cósmica de Jorge
Carrera Andrade. Frente de afirmación hispanista. México (2003) pág. 9.
[7] Pesantez Rodas, Rodrigo. Antología de la Poesía Cósmica de Jorge
Carrera Andrade. Frente de afirmación hispanista. México (2003) pág. 9
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